Guía de Aprendizaje: 01
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Resultado (s) de Aprendizaje: 01: Interactuar en los contextos productivos y Sociales en función de los
principios y valores universales.
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Actividad de Aprendizaje: Analizar la fractura social vivenciada en
nuestro país a causa del desuso de
los valores, las normas y el ejercicio de la moral.
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¿CÓMO CONSTRUIR UNA
CULTURA DE PAZ Y RECONCILIACIÓN?
PABLO
ABITBOL
Debemos prepararnos para un proceso
que exige compromisos a muy largo plazo, de todos los actores y en todos los
niveles de nuestra sociedad
Acabo de tener el placer de participar en el Diplomado
en Cultura de Paz y Reconciliación, organizado por la Universidad Tecnológica de Bolívar en
conjunto con el Programa de Desarrollo y Paz del Canal del Dique, y el cual
congrega pobladores, funcionarios, activistas, líderes educadores y víctimas de
la región.
Como en otras ocasiones similares en las que hemos compartido
saberes y sostenido diálogos profundos entre la universidad y las comunidades,
disfruté inmensamente la oportunidad de participar en un proceso de aprendizaje
colectivo y de construcción conjunta de nuevos horizontes de sentido y
esperanza en clave de cultura, democracia y desarrollo desde una perspectiva
territorial.
Durante las dos extensas sesiones de trabajo que estuvieron a mi
cargo, intentamos formular respuestas (conscientemente preliminares, parciales,
inacabadas) a dos preguntas básicas:
—¿Qué es una cultura de paz y reconciliación?
—¿Cuáles son los principales retos para comprenderla y
materializarla en el territorio?
Para ello, planteamos como punto de partida una definición
general de “cultura”, derivada de un concepto teórico que hemos venido desarrollando
en la UTB en el marco de nuestro programa de investigación aplicada sobre
instituciones, aprendizaje social y construcción de paz en los territorios (Abitbol 2013, p. 52):
Nuestra
cultura son nuestras ideas, nuestros valores y nuestras normas sociales,
transmitidos de generación en generación, que nos guían para resolver problemas
comunes y recurrentes
de coordinación, cooperación y decisión colectiva
(… o que los dificultan y magnifican)
de coordinación, cooperación y decisión colectiva
(… o que los dificultan y magnifican)
Esa última frase es crucial, puesto que los seres humanos
tenemos una tendencia natural a asumir que nuestra cultura es intrínsecamente positiva y
que sus múltiples y variadas facetas deben ser valoradas y preservadas como una
herencia sagrada e incuestionable. Sin embargo, no todos los aspectos de
nuestra cultura producen necesariamente consecuencias favorables para nuestra
vida personal y social. La asimilación de la idea de cultura con la idea de
identidad, así como la asunción de que las culturas son narrativas homogéneas,
claramente delineables y diferenciables de “otras culturas”, y carentes de
tensiones y controversias internas que están en flujo constante, acarrean el
doble riesgo del conservadurismo y/o la relativización de prácticas socialmente
aceptadas de dominación y explotación (tomo estos argumentos de Seyla Benhabib, Sobre el uso y el abuso de la cultura).
En este sentido, una de las claves básicas para entender los
retos de la reimaginación cultural requerida para la resolución pacífica de los
conflictos arraigados en nuestros territorios, es el reconocimiento de que
parte de la lógica de las estrategias de control poblacional por parte de los
actores violentos ha consistido en “transformar, redibujar, reencauzar,
reorientar, reglamentar y regular las prácticas y relaciones sociales, es
decir, los momentos del trabajo y el ocio, de la conversación o el
retraimiento, y los días y las horas destinados a las celebraciones festivas,
cultos y lutos” (Mujeres y guerra, víctimas y
resistentes en el Caribe colombiano, pp. 103 – 104).
Así, la construcción de paz en un contexto de conflicto interno exige
la adopción de una postura crítica e imaginativa al interior de las
comunidades, que propulse la reinvención colectiva de elementos culturales que
desafortunadamente han cristalizado animosidades, miedos y estereotipos
enraizados en “agravios y enemistades que se remontan generaciones atrás” y que
implican que, paradójicamente, las personas vivan “como vecinos pero [que] se
encuentren inmersos en viejos ciclos de interacción negativa” (John Paul Lederach, Construyendo la
paz: reconciliación sostenible en sociedades divididas, p. 58).
Llegamos así a la discusión de una serie de elementos (ideas,
valores, normas sociales) que definirían —parcial y preliminarmente— lo que
podríamos entender por una cultura de paz y reconciliación:
— Construcción colectiva de memorias y visiones de futuro
compartida
— Reconstrucción de lazos de solidaridad, reciprocidad y
confianza en los otros
— Reconstitución de la confianza en el Estado y en la ley
— Fortalecimiento de la democracia local, de nuevos liderazgos,
y de normas sociales y espacios de deliberación democrática
Y ante la difícil pregunta de cómo lograrlo, emergieron de la
conversación dos campos de acción relativamente claros, aunque por supuesto de
largo aliento, compromiso y esfuerzo:
— Repensar y rediseñar el sistema educativo, para crear
comunidades de aprendizaje orientadas por la búsqueda de la verdad, el respeto
mutuo y el rompimiento de viejos estereotipos, así como por la valoración de
los principios de la deliberación democrática y el aprendizaje de mecanismos de
solución pacífica de conflictos.
— Repensar y rediseñar el Estado y las instituciones públicas,
para que encarnen y defiendan enfoques diferenciales e inclusivos, se respete
la libertad de imaginar y escoger autónomamente diversos modelos y conceptos
propios de desarrollo en diversas comunidades, se reencauce el sistema político
para alejarlo de las prácticas corruptas y clientelistas que fomentan una
cultura individualista y no democrática, y que la paz territorial vaya de la
mano de una verdadera descentralización del poder y una superación de los
regionalismos.
De todo esto nos queda algo claro: si la construcción de la paz
y la reconciliación pasa necesariamente por la valoración crítica y la
reinvención de nuestras culturas en clave de democracia y desarrollo, entonces
—como diría el mismo J.P. Lederach— debemos prepararnos para un proceso que
exige compromisos a muy largo plazo, de todos los actores y en todos los
niveles de nuestra sociedad (op. cit. p. 24).
Nadie dijo que sería fácil, lo que es fácil es arengar y hacer
la guerra, sobre todo cuando ésta no nos toca. Pero si queremos la paz, debemos
prepararnos para asumir el gran reto —personal y colectivo— de abrazar la
dificultad.
Tomado
de: http://www.las2orillas.co/como-construir-una-cultura-de-paz-reconciliacion/
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